Exploraciones

doi: 10.31391/rzwg9a38                               Recepción: 20-08-2024                                 Aprobación: 11-09-2024

El utilitarismo en la política de Bukele: una crítica

David Alejandro Serafín Martínez
iteso
david.serafin@iteso.mx
orcid: 0009–0000–7945–5515

Serafín, D.A. (2024). El utilitarismo en la política de Bukele: una crítica. Análisis Plural, (8).

Resumen:

La implementación de políticas de seguridad pública por parte del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, ha generado un debate sobre los derechos humanos y la democracia en el país. Basándose en una lógica utilitarista, sus decisiones políticas priorizan el bienestar colectivo a corto plazo sobre las libertades individuales, con medidas como el régimen de excepción y las detenciones masivas. Este texto señala cómo estas políticas, aunque efectivas en reducir la criminalidad y ganar apoyo popular, han debilitado las instituciones democráticas, erosionado el respeto por los derechos fundamentales y generado tensiones sobre la sostenibilidad de un modelo de gobernanza que centraliza el poder en la figura presidencial. Se revisan estos desafíos desde la perspectiva de la filosofía utilitarista y sus implicaciones éticas, especialmente en lo que respecta a la proporción de los sacrificios realizados en nombre de la supuesta “mayor felicidad para el mayor número”.

Abstract:

The implementation of public security policies by El Salvador’s president, Nayib Bukele, has sparked a debate over human rights and democracy in the country. Grounded in a utilitarian logic, his political decisions prioritize short-term collective welfare over individual liberties, with measures such as the state of emergency and mass detentions. This text highlights how, while effective in reducing crime and garnering popular support, these policies have weakened democratic institutions, eroded respect for fundamental rights, and raised concerns about the sustainability of a governance model that centralizes power in the presidential figure. These challenges are examined from a utilitarian philosophical perspective and their ethical implications, particularly regarding the proportionality of sacrifices made in the name of the so-called "greatest happiness for the greatest number".

Palabras clave:

utilitarismo, derechos humanos, autoritarismo, Bukele, seguridad pública.

Keywords:

utilitarianism, human rights, authoritarianism, Bukele, public security.


Imaginemos la clase de persona que sería uno de los fundadores del University College of London, la primera universidad inglesa en admitir mujeres, judíos, católicos disidentes y otras personas socialmente indeseables para la época. Podríamos pensar que estaríamos ante alguien con una clara conciencia de justicia social, defensor de la igualdad de oportunidades. ¿Qué pensarían si les dijera que este mismo hombre también intentó reducir teóricamente la complejidad de los temas morales a simples cantidades de placer o dolor que una acción podría producir? ¿O si les dijera que creía que era correcto sacrificar los intereses de las minorías si eso aumentaba el bienestar de la mayoría, y que además ignoraba y criticaba los derechos individuales inalienables?

Este hombre fue Jeremy Bentham (1748–1832), filósofo, jurista y reformador social inglés, considerado el fundador del utilitarismo moderno. Su obra se centró en la idea de que el propósito de la moral y la legislación debía ser maximizar la felicidad de la mayor cantidad de personas posible, una doctrina conocida como el “principio de la mayor felicidad”. Para Bentham, la felicidad se definía como la obtención de placer y la evitación del dolor. Su enfoque racionalista y pragmático desafió las estructuras legales y morales tradicionales al promover reformas que buscaban el bienestar social a través de la utilidad práctica, como la reforma de las prisiones, el sistema judicial y los derechos de los animales (Atkinson, 1962).

Bentham vivió en un contexto de grandes cambios sociales y políticos en Inglaterra y Europa. El siglo xviii estuvo marcado por la Revolución Industrial, que transformó la economía y las estructuras sociales, así como por la Revolución Francesa, que desafió las monarquías absolutistas y promovió los ideales de libertad, igualdad y fraternidad. En este entorno, Bentham cuestionó las instituciones establecidas y abogó por una sociedad más equitativa, donde las leyes se basaran en su capacidad para generar bienestar colectivo en lugar de mantener privilegios de clase (Semple, 1993). Su influencia fue duradera y sentó las bases de la filosofía utilitarista que inspiraría a reformadores y filósofos como John Stuart Mill.

Éste es un gran ejemplo de cómo la vida no se define en colores puros, ni todo puede clasificarse en dualidades morales o en polos aparentemente intocables. La vida y las personas estamos llenas de matices, aunque, todavía hoy, nos complace dividirnos en bandos, en buenos y malos, en dualidades, en etiquetas o incluso en decisiones arbitrarias sobre qué es “cancelable” o no.

Ahora se preguntarán: ¿qué tiene esto que ver con el título del texto? Permítanme decirles que tiene mucho que ver. Nayib Bukele es un personaje polémico, al igual que Bentham. Muchas personas apoyan lo que hace, mientras que otras lo critican. Sea como sea, es un tema que está en boca de muchos y hemos visto noticias de cambios importantes que aparentemente ha logrado en El Salvador. Otro punto de encuentro entre estos dos personajes es que, consciente o inconscientemente, Bukele está gobernando bajo la influencia de principios utilitaristas, la corriente de filosofía moral fundada por Jeremy Bentham.

Y, como comentario al margen, dentro de estos paralelismos entre Bentham y Bukele, dudo mucho que Bukele llegue a tener la cultura de Bentham, aunque me cuesta admitir que posiblemente esté gestando su propio modelo político, al que ya se le ha llamado “bukelismo”.

El utilitarismo, en su forma más básica, es una teoría ética que sugiere que la mejor acción es aquella que maximiza la felicidad o el bienestar general. Jeremy Bentham sostenía que las acciones han de evaluarse en función de su capacidad para generar “la mayor felicidad para el mayor número” (Bentham, 1789). Esta perspectiva, aparentemente eficiente, tiende a reducir las complejidades morales a cálculos cuantitativos de placer y dolor, dejando de lado consideraciones más profundas sobre la justicia, los derechos individuales y las implicaciones a largo plazo de ciertas decisiones.

La filosofía de Bentham se caracteriza por su enfoque en los resultados, más que en los medios. Para él, si una acción produce más beneficios que costos, entonces es moralmente justificable, sin importar los métodos empleados. Este enfoque ha sido criticado por su falta de atención a los principios fundamentales de la justicia y por permitir la justificación de acciones que podrían ser inmorales si se consideran desde otras perspectivas éticas, como el deontologismo o la ética de la virtud (Gargarella, 1999).

Situación de El Salvador

Antes de la elección de Nayib Bukele en 2019 El Salvador se encontraba en una profunda crisis política, social y económica, caracterizada por un alto índice de criminalidad y la percepción generalizada de corrupción en los principales partidos tradicionales, Arena y el fmln. Durante las décadas anteriores estos partidos dominaron el panorama político, con Arena instaurando un modelo neoliberal que privatizó importantes instituciones estatales, mientras que el fmln, a pesar de ser una antigua guerrilla de izquierda, adoptó políticas que no lograron resolver los problemas estructurales del país (Peñate, 2022). Ambos partidos enfrentaron acusaciones de corrupción y acuerdos con pandillas, lo que desató una enorme frustración en la población salvadoreña.

En este contexto, la figura de Bukele emergió como un líder que prometía un cambio radical, lejos del bipartidismo tradicional. Con un historial como alcalde de Nuevo Cuscatlán y San Salvador, donde fue percibido como un gestor eficiente, Bukele logró capitalizar el descontento social a través de su movimiento Nuevas Ideas, que rompió con las viejas estructuras partidarias. La población salvadoreña, cansada de la corrupción y la violencia, vio en su discurso una oportunidad para erradicar estos males. Su promesa de combatir el crimen, mejorar la salud y la educación, y atacar la corrupción atrajo tanto a jóvenes como a veteranos políticos, lo que llevó a su victoria en 2019 y a su posterior consolidación como una de las figuras más populares en la política salvadoreña.

Un estilo político innovador

El estilo de gobierno de Bukele se caracteriza por su enfoque disruptivo y no convencional, que ha generado tanto elogios como críticas. A diferencia de los partidos tradicionales que dominaron la política salvadoreña durante décadas, como Arena y el fmln, Bukele ha roto con las normas establecidas y ha construido su liderazgo a través de una intensa y estratégica comunicación digital. Al utilizar plataformas como Twitter (x), ha logrado proyectarse como un líder accesible, que habla directamente con los ciudadanos sin intermediarios. Este enfoque ha sido fundamental para consolidar su imagen de político moderno y transparente, desligado de la corrupción que afectó a sus predecesores (Peñate, 2022).

Gracias a su habilidad para gestionar redes sociales y aplicar una estrategia persuasiva ha logrado crear un discurso en la que se posiciona como el único capaz de enfrentar la crisis política y social del país. Con una aprobación que ronda el 80%, Bukele ha utilizado su alto respaldo popular para justificar medidas que muchos consideran autoritarias, como el control de la Asamblea Legislativa y el reemplazo de magistrados y fiscales críticos de su gobierno (Peñate, 2022). Para sus detractores, estas acciones evidencian un autoritarismo creciente; sin embargo, sus seguidores ven estas decisiones como necesarias para erradicar la corrupción y restaurar el orden en un país que ha estado históricamente asolado por la violencia y el crimen.

Este enfoque populista se complementa con la militarización de la seguridad pública, un pilar central en su administración. Desde el inicio de su mandato en 2019 Bukele ha promovido el uso de la Fuerza Armada en tareas de seguridad, una estrategia que ha sido legitimada discursivamente y apoyada por rituales cívico–militares que exaltan la figura del soldado como héroe nacional. Esta centralidad de la figura militar ha sido clave en el Plan Control Territorial, el cual busca reducir los índices de violencia mediante un enfoque represivo (Cuesta, 2021). Aunque criticado por sus implicaciones para los derechos humanos y la democracia, esta política ha sido respaldada por amplios sectores de la población, que la ven como una solución necesaria para combatir la inseguridad del país.

No obstante, detrás de esta imagen de modernidad y eficacia se esconden prácticas que han debilitado los mecanismos democráticos en El Salvador. Bukele ha mostrado poco interés en la transparencia y la rendición de cuentas, con lo que ha creado un sistema en el que los medios de comunicación afines a su gobierno desempeñan un rol central en la propaganda oficial, mientras que las voces críticas son deslegitimadas o marginadas (Cuesta, 2021). Este enfoque ha erosionado las instituciones democráticas, concentrando cada vez más poder en la figura del presidente, quien ha justificado sus acciones en nombre de la seguridad y el bienestar colectivo. Aunque Bukele sigue gozando de una alta popularidad, su estilo de gobierno plantea preocupaciones sobre el futuro de la democracia salvadoreña.

La otra cara del fenómeno Bukele: un vistazo crítico más allá de la imagen pública

El atractivo de la política de Bukele radica en su capacidad de proyectar una imagen de eficiencia y acción rápida frente a problemas que han afectado profundamente a la sociedad salvadoreña, en especial la violencia y la inseguridad causadas por las pandillas. En un contexto de frustración con los gobiernos anteriores, que parecían incapaces de resolver estos problemas, Bukele ofrece un enfoque pragmático y directo, el cual, aunque polémico, ha mostrado resultados visibles en términos de reducción de homicidios y delitos (Carvallo, 2023). Este éxito tangible es lo que genera su popularidad, pues apela a la necesidad urgente de la población de vivir en paz y seguridad.

Además, Bukele ha logrado conectar emocionalmente con la ciudadanía a través de un discurso carismático y el uso efectivo de las redes sociales. Este enfoque lo ha consolidado como un outsider que se distancia del establecimiento político tradicional, lo que lo hace aún más atractivo en una democracia que no ha logrado cumplir con las expectativas de sus ciudadanos (Moallic, 2021). Su habilidad para simplificar los problemas del país en términos del “bien contra el mal” y presentarse a sí mismo como el único capaz de erradicar las amenazas, como las pandillas, es persuasiva en una sociedad donde la inseguridad es vista como el mal más inmediato y tangible.

Bukele ha conseguido gran popularidad en el plano internacional ya que ha mostrado resultados concretos, como la disminución de los homicidios, la recuperación de diversos espacios públicos y la menor presencia de las pandillas (Dammert, 2023). Esto ha favorecido a una reducción de los delitos que ocurren en los lugares de vida y trabajo, en especial en los barrios más populares de El Salvador; es innegable que la calidad de vida de la población ha cambiado sustancialmente (Dammert, 2023). Con el 82.6 % de votos válidos a favor de Bukele, ha sido reelegido en el presente año y eso ya nos dice algo sobre la opinión del pueblo salvadoreño, aunque no todo.

Para conocer otra perspectiva le pregunté su opinión a Ronaldo, un jesuita originario de El Salvador, actualmente estudiante del iteso y gran amigo mío. Esto fue lo que me dijo:

¿Nuevas Ideas o Ideas recicladas?

Una de las cosas que he experimentado en mi tiempo fuera de mi país es que cuando digo que soy de El Salvador la gente en automático me dice: Oye, qué gran presidente tienes, ¿tú qué opinas? De entrada, me ponen en un laberinto porque ellos mismos me han afirmado que se trata de un gran presidente; si mi respuesta es negativa veo sus caras de desaprobación, ellos esperan que mi respuesta sea en alabanza a las grandes hazañas del presidente, y una de las confirmaciones que me dejan los encuentros de este tipo es caer en la cuenta de lo habilidoso que es Nayib Bukele en vender su imagen. Fuera de El Salvador Nayib es un héroe. Pero ¿es así? Para profundizar quisiera hacerlo con tres ideas: en primer lugar, el propio nombre del partido Nuevas Ideas es una farsa; segundo, Nayib Bukele no está atacando los problemas de raíz; tercero, si El Salvador es un país seguro ¿por qué la gente migra?

Cuando digo que el partido de Nuevas Ideas es una farsa, me refiero a que su nombre es un eslogan vacío. Aunque a muchos no les guste, el partido Nuevas Ideas no tiene ideas nuevas; más bien, debería llamarse el partido de ideas repetidas. ¿Acaso es nuevo que un presidente ponga toda la confianza en los militares para tratar de erradicar un problema? A finales de la década de los setenta el gobierno hizo lo mismo: militarización, persecución, secuestros, etc., ¿cuál fue el saldo? Una guerra de doce años con más de 75 mil víctimas bajo la consigna de aquella época: “Hay que eliminar a los comunistas”. Eso de mandar militares y vigilar al pueblo no tiene nada de nuevo, es lo que los gobiernos represivos y dictadores han realizado a lo largo de la historia, por lo tanto, ideas nuevas no hay en esto, más bien tenemos a un fiel seguidor de la tradición de los militares, no hay nada novedoso en esto.

Esto me lleva a mi segundo punto: mi cuestionamiento sobre las medidas de Nayib Bukele es el siguiente: ¿se están atacando las raíces de los problemas? San Óscar Arnulfo Romero decía: “Si no atacamos de raíz los problemas en El Salvador, seguirán siendo los mismos problemas, sólo que con diferentes nombres”. En El Salvador el problema de la desigualdad es evidente. ¿Qué se ha hecho al respecto? La gente rápidamente condena a los pandilleros como asesinos, y no estoy justificando sus acciones, simplemente quiero que no nos dejemos llevar por la propaganda actual. Pensemos más a fondo y, por lo menos, reflexionemos: ¿qué llevó a estas personas a ingresar a una pandilla? Estas personas no nacieron siendo pandilleros; se convirtieron en pandilleros. Nacieron como nosotros, fueron niños como nosotros. Entonces, ¿qué pasó? Y aquí está lo central: Nayib puede encerrar a medio país, y esto le dará resultados por unos años, ¿y después? ¿Pasaremos toda la vida encarcelando pandilleros para que no haya violencia? ¿No existe una estructura de injusticia que privilegia a unos y condena a la miseria a otros? ¿Por qué eso no se aborda?

Esto me lleva a mi último punto: en las redes sociales hay toda una propaganda de que El Salvador es lo mejor, uno de los países más seguros. Eso suena muy bonito desde afuera; hay gente que se desvive defendiendo al presidente de El Salvador sin siquiera haber puesto un pie en suelo salvadoreño. No tienen ni idea de la realidad ni de la historia de El Salvador. ¿Por qué digo esto? Un ejemplo de la realidad en El Salvador es el siguiente: cuando visitamos las comunidades, nos encontramos con un fenómeno que debería preocuparnos: no hay jóvenes. Los jóvenes han emigrado, pero aquí hay algo que no cuadra, porque una de las cosas que dijo Nayib es que la gente salía del país por la violencia, y esto es verdad. Pero si ahora El Salvador es un país seguro, ¿por qué la gente sigue emigrando? De un salón de clases de preparatoria, si hay 30 estudiantes, 20 de ellos quieren irse a Estados Unidos. Cuando les preguntamos, la respuesta es similar: no hay oportunidades; de nada me sirve tener un título universitario si solamente será un adorno. Pero esto no se dice; al pueblo se le dice lo que quiere escuchar, y en las redes se muestra la imagen que se quiere crear.

Esa es la otra cara de la moneda, una cara lamentable: no hay espacio para la crítica. Los devotos de Nayib se han aferrado a una cara de la moneda sin cuestionar si existe otra, y los que están mostrando esa otra cara son desacreditados y cuestionados. Al final, nos estamos aventurando hacia una dictadura disfrazada de un “presidente cool” que vende la idea de ser un innovador.

Utilitarismo en las políticas de seguridad de Bukele

Como dije al principio, el enfoque de Bukele hacia la seguridad pública se puede interpretar a través de la óptica utilitarista; en este sentido, Bukele justifica sus políticas de mano dura, como el régimen de excepción y las detenciones masivas, con el argumento de que, aunque éstas puedan implicar sacrificios en términos de derechos individuales, están orientadas a generar un bien mayor: la reducción de la violencia y la mejora de la calidad de vida de la mayoría (Carvallo, 2023).

El régimen de excepción instaurado por Bukele, que ha permitido la detención de miles de personas sin las garantías procesales habituales (Dammert, 2023), es un ejemplo claro de la aplicación del utilitarismo en su política. Este tipo de medidas, que en circunstancias normales serían vistas como violaciones graves de derechos humanos, son justificadas bajo la premisa de que contribuyen a un fin superior: la seguridad y la estabilidad social.

Si bien la reducción en las tasas de homicidios y otros delitos es innegable, esta política ha generado un debate sobre si los fines realmente justifican los medios. El utilitarismo en este contexto se presenta como una solución eficiente pero peligrosa, ya que ignora o minimiza el costo en términos de derechos individuales y el debido proceso. En un intento de alcanzar “la mayor felicidad para el mayor número”, se corre el riesgo de sacrificar la protección de las libertades fundamentales de ciertos grupos, como los jóvenes pobres o aquellos que viven en zonas controladas por pandillas, los que son detenidos bajo sospechas mínimas, como el simple hecho de tener tatuajes (Dammert, 2023).

A pesar del éxito percibido de las políticas de seguridad de Bukele, éstas han puesto en grave riesgo los derechos humanos en El Salvador. El uso de detenciones arbitrarias y la eliminación de garantías procesales bajo el régimen de excepción han provocado una situación en la que miles de personas han sido encarceladas sin un juicio justo, y muchas de ellas aún no han podido acceder a la justicia (Dammert, 2023). Un número significativo de personas inocentes ha sido afectado por estas políticas, y el proceso legal para resolver sus casos se ha visto gravemente obstaculizado.

Cómo mencioné anteriormente, la política de Bukele también ha debilitado las instituciones democráticas del país. La Asamblea Nacional y el Poder Judicial han sido neutralizados o cooptados, lo que ha permitido al presidente ejercer un control casi total sin las restricciones que normalmente impondrían estos órganos. “La institucionalización del bukelismo no solamente reemplaza la institucionalidad del país por un organigrama personal a mano del presidente, sino que acentúa en exceso la desarticulación de la sociedad salvadoreña, y con ello, sus contradicciones” (Moallic, 2021, p.161) Al eliminar los contrapesos del poder, Bukele ha creado un entorno en el que los abusos de poder pueden proliferar sin control.

El utilitarismo aplicado de esta manera plantea un problema fundamental: ¿hasta qué punto es posible sacrificar los derechos individuales a nombre del bienestar colectivo? Aunque Bukele y sus seguidores podrían sostener que los resultados justifican los medios, especialmente en un asunto tan urgente como la seguridad, el hecho de que miles de personas sean privadas de sus derechos sin las debidas garantías jurídicas sugiere que se está alcanzando un equilibrio insostenible. El derecho internacional, a través de instrumentos como la Convención Americana sobre Derechos Humanos y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, establece límites claros a las medidas de emergencia que los Estados pueden adoptar incluso en situaciones de crisis (Carvallo, 2023, p.49).

La pregunta que queda por responder es si la sociedad salvadoreña estará dispuesta a continuar apoyando este tipo de políticas cuando las repercusiones de las violaciones a los derechos humanos se hagan más evidentes. ¿Es el fin realmente justificable, o estamos ante un ejemplo más de cómo las medidas autoritarias pueden minar los pilares esenciales de una democracia? El caso de Bukele es un recordatorio de que el precio de la seguridad no debe ser la libertad.

Referencias

Atkinson, C. M. (1962). Jeremy Bentham: His Life and Work. Connecticut: Greenwood Press.

Bentham, J. (1789). An introduction to the Principles of Morals an Legislation. Oxford: Clarendon Press.

Carvallo, C. C.–c. (2023). ¿Entregar nuestras libertades por seguridades temporales? El fenómeno Bukele. Revista de Derecho y Ciencias Sociales, 28, 45–57.

Cuesta, A. C. (2021). La personalización y la legitimación discursiva de la militarización de la seguridad pública, en el gobierno de Nayib Bukele en El Salvador. Anuario de Estudios Centroamericanos, 1–39.

Dammert, L. (2023). El "Modelo Bukele" y los desafíos latinoamericanos. Nueva Sociedad, 4–15.

Gargarella, R. (1999). Las teorías de la justicia después de Rawls. Barcelona: Paidós.

Moallic, B. (2021). El Salvador: un autoritarismo millennial. Nueva Sociedad, 295, 149–161.

Peñate, O. M. (2022). Modelo Bukele, Bukelismo y movimiento social Nuevas Ideas. Con–Secuencias, 4–76.

Semple, J. (1993). Bentham’s Prison: A Study of the Panopticon Penitentiary. Oxford: Clarendon Press.