Exploraciones
doi: 10.31391/rm9r5947 Recepción: 28-01-2025 Aprobación: 11-02-2025
“Ahí viene el lobo”.
Fábula rumana sobre el mayor atropello
a la democracia en la Unión Europea
Rainer Matos Franco Universidad Anáhuac México rmmatosf@gmail.com orcid: 0000–0003–3674–7168 |
Matos, R. (2025). “Ahí viene el lobo”. Fábula rumana sobre el mayor atropello a la democracia en la Unión Europea. Análisis Plural, (9). |
Resumen: En diciembre de 2024 la Corte Constitucional de Rumanía anuló una elección presidencial legítima sin dar motivos. Luego trascendió que la anulación derivó de que el presidente Klaus Iohannis publicó documentos que intentaban demostrar una “injerencia rusa” en los comicios a favor de un candidato ultranacionalista en plataformas virtuales. Las instituciones europeas condenaron la supuesta injerencia a coro. Posteriormente la Agencia Tributaria de Rumanía descubrió que el apoyo provino de un partido rumano en el gobierno, con dinero público, por un (mal) cálculo político. El artículo explora el uso político faccioso de la fantasía de la “injerencia rusa” y sus implicaciones para Rumanía y Europa. |
Abstract: In December 2024, Romania’s Constitutional Court annulled a legitimate presidential election without stating its motive. The annulment, it was later disclosed, came after President Klaus Iohannis published documents trying to demonstrate “Russian interference” in the elections in favor of an ultra–nationalist candidate in social media. European institutions condemned the alleged interference in unison. Later, Romania’s Tax Agency discovered that said support came from a Romanian government party, with public money, under a (bad) political calculus. The article explores the politically–biased use of the fantasy of “Russian interference” and its implications for Romania and Europe. |
Palabras clave: Rumanía, Călin Georgescu, Klaus |
Keywords: Romania, Călin Georgescu, Klaus |
Habrá que dar crédito al hoy expresidente de Rumanía, Klaus Iohannis, porque logró que con el comienzo del año todo mundo se olvidara del escándalo más alucinante en la historia de la democracia en la Unión Europea. La telenovela, que llamaremos “Ahí viene el lobo”, comenzó el 6 de diciembre de 2024. La Corte Constitucional de Rumanía anuló la elección presidencial —cuya primera vuelta tuvo lugar el 24 de noviembre— sin dar motivos para su decisión en el comunicado oficial. Apenas unos días antes la Corte había ordenado, primero, un recuento por irregularidades menores, para luego declarar válidos los resultados el 2 de diciembre, los cuales invalidó cuatro días más tarde —insisto: sin presentar razones—. La vacilación bipolar de la Corte generó un clima de incertidumbre dentro y fuera de Rumanía, lo que puso en duda la supuesta parcialidad y la seriedad del alto tribunal.
Se declararon válidos más de 97% de los votos (Prezenţă vot, 2024). La elección fue legítima a todas luces según la Autoridad Electoral Permanente. El problema fue, más bien, de carácter político. Hubiera sido extraño que la Corte anulara los comicios de haber ganado algún candidato convencional, de esos que no emocionan a nadie, con mensajes prefabricados y centrípetos, neutralizados en torno al orden liberal. El tema es que el vencedor fue un personaje muy altivo en la política rumana: Călin Georgescu, de amplio bagaje en la administración pública del país y en organismos internacionales en materia de desarrollo sostenible y ambiental, pero que ahora se vende como un político ultranacionalista, crítico de la Unión Europea (ue) y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (otan). Su pecado más grande en estas épocas de superioridad moral europeísta fue llamar al diálogo con Rusia en torno a la guerra en Ucrania. No es tonto: en sentido contrario a las arengas gubernamentales, en Europa, actualmente, eso deja muchos votos. El timing de la Corte no fue coincidencia: la anulación vino dos días antes de celebrarse la segunda vuelta, en la que Georgescu iba a arrasar según todas las encuestas.
Fue el 4 de diciembre, dos días después de que la Corte declarase válida la elección y de que confirmara la segunda vuelta para el 8 de ese mes, cuando el presidente Iohannis metió cizaña en torno a los comicios. La oficina presidencial desclasificó —en tiempo récord: una semana— un puñado de documentos de la inteligencia rumana, cuya principal conclusión es que la campaña de Georgescu se benefició de una cobertura masiva en la plataforma virtual TikTok (Presidencia de Rumanía, 2024). Y sí: la explicación sociológica apunta a que la popularidad de Georgescu y su súbita irrupción al primer lugar, contra la mayoría de los pronósticos, se debió en buena medida a su intensa campaña en TikTok a pocos días de la primera vuelta. Fue la desclasificación y publicación de estos reportes lo que llevó a la Corte a revertir su decisión y a declarar inválida la elección el 6 de diciembre —me interesa insistir: sin citar los motivos—. Georgescu, desde luego, protestó airadamente, pero también la candidata Elena Lasconi, que como segundo lugar evidentemente se mediría con Georgescu en el balotaje. Hubo incluso personas que ya habían emitido su sufragio para la segunda vuelta entre la diáspora rumana en otros países.
Y ahí empezó la guerra de enunciados. A medio camino entre lo formal y lo informal, entre realidad verificable y fantasía útil, la Corte y el presidente declararon —hasta después de la cancelación— que la razón para anular los comicios no era la parcialidad de TikTok a favor de Georgescu o la investigación de sus fondos de campaña, sino la vieja confiable: una “injerencia rusa”. Según los reportes desclasificados, el gobierno ruso estaba patrocinando “acciones híbridas agresivas” en una guerra cibernética obsesiva contra Rumanía. Huelga decir que las agencias gubernamentales que argüían esto nunca comprobaron nada. Su argumento más poderoso fue que las formas en que se llevó a cabo la campaña de Georgescu en TikTok se “parecían mucho” a otras estrategias que Rusia —supuestamente— utiliza para “diseminar desinformación” en Ucrania o Moldavia (Presidencia de Rumanía, 2024). En serio: eso fue todo. La “injerencia rusa” se reducía a especulaciones en documentos que poseían La Verdad por tener sellos del Ministerio del Interior. “Ahí viene el lobo”.
Un paréntesis. En la voz de varias instituciones y autoridades de la Unión Europea la obsesión con la supuesta interferencia rusa en Rumanía fue particularmente frenética. La señora Ursula Von Der Leyen, titular de la Comisión Europea, ordenó de inmediato una investigación a TikTok de acuerdo con la recién aprobada Directiva de Servicios Digitales de la ue (Ferrero–Turrión, 2024). El 10 de diciembre Kaja Kallas, la Alta Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de la ue, mencionó, en su obsesión escatológica con Rusia, que “los rusos han verdaderamente descifrado el código de cómo influir en elecciones” (Giordano, 2024). Su antecesor en el cargo, Josep Borrell, experto en declaraciones lastimeras, dijo al día siguiente en un foro en Barcelona que “ha habido demasiada injerencia rusa” en las elecciones recientes “de Bulgaria y Rumanía”, lo mismo que “aquí en Cataluña” (La Vanguardia, 2024). Preocupa que Borrell, si bien ya no representante oficial de la ue, vocifere algo tan irresponsable —e ignorante, por decir lo menos— a unos días de haber dejado el cargo. Ninguna autoridad o medio búlgaros han hablado de “injerencia rusa” en los comicios de junio ni en los de octubre de 2024 en Bulgaria; quizás Borrell tenga datos muy exclusivos, o quizás no le parezca grave hacer generalizaciones porque sí. ¿Qué importa una declaración así de apresurada en la Europa de hoy, si de todos modos se llevará los aplausos? Por cierto: tan solo seis días después de los dichos de Borrell la Audiencia de Barcelona dio “carpetazo” a la causa de la supuesta “trama rusa” en el plebiscito independentista catalán de 2017 (efe, 2024). Por desgracia para Kallas, Borrell y demás adalides de la superioridad moral del maltrecho liberalismo actual, el lobo nunca llegó, pero el ridículo que hicieron con sus declaraciones apresuradas ya quedó en el olvido.
El 20 de diciembre la Agencia Tributaria de Rumanía dejó muda a la opinión pública rumana y europea. Al analizar el financiamiento de las campañas presidenciales ese organismo descubrió que la inyección monetaria a Georgescu en TikTok jamás provino de Rusia, sino del Partido Nacional Liberal (pln) rumano (Goury–Laffont, 2024), miembro de la entonces coalición gobernante (!). El partido contrató —con dinero público, por supuesto— a la empresa Kensington Communication para dirigir su campaña política en plataformas virtuales. Esta firma, a su vez, pagó a 130 “influencers” rumanos por medio del sitio FameUp para disparar la popularidad de Georgescu, que no era miembro del partido ni tenía por qué recibir apoyo de los liberales. Se trataba más bien de una estrategia de (pésimo) cálculo: los asesores del pln pensaron que impulsar a Georgescu beneficiaría a su candidato, Nicolae Ciucă, a expensas de otro contendiente nacionalista que tenía una plataforma similar a la de Georgescu. En suma: se calculaba que, al impulsar a Georgescu, Ciucă tendría mayor probabilidad de abrirse camino hacia el balotaje. La brillante estrategia no sólo relegó a Ciucă al quinto lugar, sino que provocó una enorme crisis política en Rumanía. Al conocerse el escándalo a mediados de diciembre pasado el líder del pln, Ilie Bolojan —recién inaugurado entonces como presidente del Senado—, el nuevo Pilatos de la democracia rumana, se lavó las manos y se limitó a invitar a la prensa a que interrogaran a los asesores de campaña, no a él (Pricop, 2025). Y el presidente Iohannis, el responsable original, aprobó a un nuevo gobierno a fines de diciembre. ¿Cuál lobo? Aquí no pasó nada. Por cierto que, de último minuto antes de la publicación de este texto, Iohannis renunció a la presidencia el 12 de febrero de 2025 para evitar el oprobio de que el Senado lo destituyera por el escándalo; y fue sucedido, como dicta el protocolo, por… Ilie Bolojan. O sea que marear a la opinión pública con un lobo que nunca llega, ciertamente deja dividendos.
La moraleja en todo esto es evidente. En primer lugar, la fantasía de la “injerencia rusa” sirve para justificar cualquier atropello propio, en Rumanía o donde sea. Ahí está Estados Unidos, donde el “Russiagate” original, que supuesta y falsamente llevó a Donald Trump a la presidencia en 2016, y que fuera la principal nota periodística del planeta en su momento, hoy ha sido abandonada oficialmente tras la publicación del Reporte Mueller en 2019 (Departamento de Justicia, 2019) y —sobre todo— del Informe Durham en 2023 (Heer, 2023; Departamento de Justicia, 2023). Son los casos también de Reino Unido y su Brexit, de Cataluña y su Procés, o hasta de México, donde en 2018 se alertaba que el lobo cruzaba el Atlántico: que “no era un chiste” la “posibilidad” de que Rusia interfiriera (Krauze, 2018) para favorecer nada menos que… al candidato que ya iba encarrerado en primer lugar en todas las encuestas y que de todos modos iba a ganar. (Al final resultó que sí era un chiste, y uno de mal gusto).
No hacen falta verificaciones: “se sabe” que “Los Rusos”, por definición, “son así”. Lo más extraño es que, siendo “Los Rusos” tan zopencos como para que todo mundo descubra sus obsesivos hackeos y múltiples injerencias, nadie pueda comprobar nada. Es la marca de agua del periodismo de hoy, irónicamente, en la época de mayor acceso a la información en la historia humana. Pareciera que gritar “injerencia rusa” en cualquier diario de circulación nacional en Occidente es suficiente chispa como para incendiar a toda la llamada “opinión pública”, pero sin llamar a los bomberos. Ese también es un síntoma de la “Posverdad”, aunque los incendiarios se cubran en harapos de superioridad moral y adjudiquen la “Posverdad” al Otro. Y, cuando el fuego se apaga solo, se prefiere olvidar quién lo provocó originalmente.
Una cosa es la prensa, pero la precipitación irresponsable de diversas instituciones europeas y rumanas al señalar la interferencia de otro país en comicios locales sin verificar absolutamente nada es algo particularmente grave. Y aquí también cabe diferenciar. La verborrea irresponsable de las instituciones europeas es cosa común. Que la ue —siempre lista para precipitarse con declaraciones de manual sin impacto en la vida de nadie— arriesgue su credibilidad comprando la idea de la injerencia rusa sin la menor prudencia, sin esperar las conclusiones de una investigación seria, tampoco debería sorprender. Eso no lo hace menos grave, pero se ha vuelto cosa común en el continente: a la imagen de la Unión Europea se le pasa factura en decenas de elecciones nacionales que precipitan, precisamente, mucho de lo que el paraguas liberal–europeísta busca evitar. Rumanía otra vez es un ejemplo: el presidente Iohannis, cuya administración era repudiada en 2023 por 90% de los rumanos (Bădilă, 2023), se mostró más preocupado en la primera mitad de 2024 por su campaña para encabezar la otan que por mejorar sus números en Rumanía. Sumido en la necedad, no se bajó del mareo incluso cuando ya había consenso en la alianza para elegir a Mark Rutte (Lau, Moens y Barigazzi, 2024). Al rato veremos a Iohannis en algún puesto europeo, defendiendo “La Democracia” a la que mutiló en su propio país.
Lo que sí es aún más preocupante es el uso político de las instituciones de gobierno para orientar un resultado electoral. La administración de Iohannis decidió presentar documentos hipotéticos, que no comprobaron nada pero que sí incendiaron todo, principal justificación para anular una elección limpia y así evitar la llegada de Georgescu a segunda vuelta —y a la presidencia—. Para seguir con la ironía, con esta acción motivada políticamente, fincada en el cuento de la “seguridad nacional”, Iohannis no actuó de forma distinta a como ocurre a veces en la Rusia que tanto critica (sobre el sistema político–electoral ruso en los últimos 25 años véase Escuela Judicial Electoral, 2024; Matos Franco, en prensa). Se anuló una elección genuina en la que participó más de la mitad del electorado, algo no menor para un país que adolece de muy baja participación. Los reportes que desclasificó el gobierno rumano quedaron expuestos como mero barrunto, una vil corazonada del orden liberal, justificada con un sello del Ministerio del Interior, el apoyo presidencial y el cierre de filas en nada imparcial de las agencias de (in)seguridad rumanas. Por su parte, la Corte Constitucional pasó por un oprobio vacilante y esquizofrénico. Las instituciones rumanas se dañaron a sí mismas de manera innecesaria, sin que tuviera que llegar “Rusia” a barrer con ellas.
En Rumanía la fantasía de la injerencia rusa suprimió de un plumazo la base política del liberalismo, que, como el propio caso demuestra, no es tanto la democracia como la pluralidad política y su sostén, la tolerancia —o, más bien, “lo tolerable”—. Es la idea del “cordón sanitario” que ha cundido, por ejemplo, entre todos los partidos de Alemania en contra de Alternative für Deutschland y la fantasía del retorno del mal absoluto (Gómez Arciniega, en prensa). El concepto justifica cualquier cosa en el afán por trazar las fronteras de la permisibilidad. No obstante, los críticos del populismo no parecen percatarse de que es la democracia liberal misma, en sus formas, en sus contornos y en su esencia, la que engendra, nutre y reproduce el fenómeno. Si bien hoy por hoy el mentado “populismo” en Occidente amenaza la democracia mucho menos de lo que la presupone y acoge de buen modo (Urbinati, 2020), el rango de lo permisible en los Estados liberales, la construcción del enemigo público, se diluye cada vez más por la propia vía democrática. No es “Rusia”: es “El Pueblo” el que prefiere, de manera legítima, a los llamados “populistas” cada vez más. Achacar el problema —si es que es un problema, porque aún no queda claro— al Otro tan sólo hace que el problema crezca.
La telenovela rumana no ha terminado. Recientemente se definió la fecha para la (nueva) elección presidencial: 4 de mayo de 2025. Si ningún candidato gana en primera vuelta, la segunda tendrá lugar el 18 de mayo. Al terminar este artículo la Autoridad Electoral Permanente de Rumanía se debatía aún entre permitir a Georgescu volver a contender o no después del escándalo. De hecho, no hay forma de prohibir su participación, por más que él se victimice en declaraciones recientes. El dilema es que permitir a Georgescu contender es básicamente entregarle la presidencia, pues todas las encuestas para primera vuelta y balotaje le dan la victoria segura (curs, 2025; Agerpres, 2025), al menos por ahora; por otro lado, vetarlo de los comicios significaría catapultar a quien ya es el político más popular del país a un pedestal privilegiado en el martirologio de la política rumana. Como sea, Georgescu gana. Y aun si no se le permitiera contender, la posibilidad de que triunfen otros candidatos nacionalistas con plataformas similares a la suya es muy alta, según los sondeos. Dos de ellos, George Simion y Teodor Nițulescu, han cerrado filas en torno a Georgescu aun perteneciendo a partidos distintos, y han dicho que participarían en la elección sólo en caso de que la Autoridad Electoral prohíba el nombre de Călin Georgescu en la boleta.
Las instituciones rumanas han creado un monstruo a partir de alguien que hace dos meses era un don nadie, con base en una mentira que eligieron creer. “Ahí viene el lobo”, que nunca llega. O peor: está entre nosotros, disfrazado de oveja.
Referencias
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nicusor-dan---17--1414498.
Bădilă, Leonard. (2023, 26 de junio). „Klaus Iohannis a pierdut complet încrederea românilor! Are un nivel de 90% dezaprobare. Sondaj curs”. Capital. https://www.capital.ro/klaus-iohannis-a-pierdut-complet-
increderea-romanilor-are-un-nivel-de-90-dezaprobare-sondaj-curs.html.
curs [Centrul de Sociologie Urbană și Regională]. (2025, 27 de enero). “Sondaj de opinie la nivel național – Ianuarie 2025”. https://curs.ro/sondaj-de-opinie-la-nivel-national-ianuarie-2025/.
efe. (2024, 17 de diciembre). “La Audiencia de Barcelona archiva la causa de la supuesta trama rusa del procés que apunta a Puigdemont”. https://efe.com/espana/2024-12-17/trama-rusa-proces-puigdemont-
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Escuela Judicial Electoral. (2024, 22 de noviembre). Elecciones en lugares complicados: Rusia [video]. Youtube. https://www.youtube.com/
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Ferrero–Turrión, Ruth. (2024, 23 de diciembre). “¿Se ha precipitado Rumanía con la anulación de sus elecciones presidenciales? Cuando la desinformación no viene de donde crees”. Agenda Pública. https://agendapublica.es/noticia/19534/se-precipitado-rumania-con-anulacion-sus-elecciones-
presidenciales-cuando-desinformacion-no-viene-donde-crees.
Giordano, Elena. (2024, 10 de diciembre). “Russia has learned how to influence elections, EU’s top diplomat warns”. Politico. https://www.
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-romania-democracy/.
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Matos Franco, Rainer. (En prensa). “Elecciones que sí importan. La construcción y los sostenes del autoritarismo en Rusia (1999–2024)”, en Rainer Matos, Franco (coord.), De boletas y sociedades. Sistemas electorales comparados y sus complejidades (México, Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación), pp. 242–281.
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-de-campania-pnl-pe-tiktok-ajunsa-sa-l-sustina-pe-georgescu-va-
rog-sa-luati-interviuri-in-continuare-celor-care-s-au-ocupat-de-
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Urbinati, Nadia. (2020). Yo el Pueblo. Cómo el populismo transforma la democracia (Aridela Trejo y Alejandra Ortiz Hernández, trads.). Grano de Sal. (Obra original publicada en 2019).