Exploraciones
doi: 10.31391/360jvd87 Recepción: 05-04-2025 Aprobación: 09-04-2025
La clase campesina:
fotorreportaje de un sujeto social invisibilizado
Manuel Antonio Espinosa-Sánchez |
Espinosa-Sánchez, M. A. (2025). La clase campesina: fotorreportaje de un sujeto social invisibilizado. Análisis Plural, (10). |
Resumen: Este ensayo-fotorreportaje constituye un ejercicio de observación de larga data centrado en las diversas realidades, actividades, sentidos, escenarios y proyectos campesinos en México. Es un acervo explícito que busca recuperar las distintas arenas de cotidianidad del México negado de Guillermo Bonfil Batalla. Si bien la temática campesina se encuentra ausente en las grandes tendencias de la fotografía comercial, en la fotografía antropológica tiene una gran trayectoria académica, dando cuenta de comunidades, tradiciones y hechos a lo largo y ancho del México moderno. Ante la pregunta “¿de dónde viene lo que comemos?” se desprende una narrativa fotográfica de un sujeto social multifacético que es más complejo de lo que se vislumbró en la época de oro del cine mexicano (1936–1956) o de lo que los regímenes tecnocráticos capitalistas (1988-presente) se han empeñado en difundir. Este ejercicio busca poner, sobre la pantalla de quien observa, una serie de 17 imágenes de retrato, de paisaje, de escena, de detalle y de calle, a lo largo de diez años de experimentación fotográfica. El objetivo es provocar en el observador la inquietud de acercarse a este sujeto social como quien descubre un mundo de vida más allá del prejuicio. Sin más aspiración que la del acercamiento mediante los encuadres, este reportaje fotográfico espera la generación de más preguntas que detonen un interés en las personas y en sus problemáticas. Este ejercicio, pues, aborda diversas fenomenologías: la agrobiodiversidad, la pluriactividad, la conservación medioambiental, los canales comerciales, los espacios campesinos, la cosmogonía agraria, entre otros. |
Abstract: This essay-photo report constitutes a long-standing exercise in observation focused on the diverse realities, activities, meanings, scenarios and peasant projects in Mexico. It is an explicit collection that seeks to recover the different arenas of everyday life in Guillermo Bonfil Batalla’s denied Mexico. While peasant lifestyle remains absent from the major trends in commercial photography, in anthropological photography it has a long academic history, chronicling communities, traditions, and events throughout modern Mexico. Related to the question “Where does what we eat come from?” a photographic narrative emerges of a multifaceted social subject that is more complex than what was envisioned in the golden age of Mexican cinema (1936–1956) or what technocratic capitalist regimes (1988–present) have endeavored to disseminate. This exercise seeks to place on the viewer’s screen a series of 17 portrait, landscape, scene, detail and street images, spanning ten years of photographic experimentation. The purpose is to provoke in the observer the desire to approach this social subject as one discovers a world of life beyond prejudice. With no other aspiration than to approach through framing, this photographic report hopes to generate more questions that spark an interest in people and their problems. This exercise, therefore, addresses various phenomenologies: agrobiodiversity, pluriactivity, environmental conservation, commercial channels, peasant spaces, agrarian cosmogony, among others. |
Palabras clave: clase campesina, campesinado mexicano, sujeto social, invisibilización, fotorreportaje |
Keywords: peasant class, Mexican peasantry, social subject, invisibility, photo report |
Tostadas de maíz negro y nopales en Amealco, Qro. (2016)
¿De dónde viene lo que uno come diariamente? ¿Quién lo produce y de qué manera? ¿De qué tan lejos viene lo que se consume a diario? ¿Qué sucedió para que ese alimento pueda ser consumido?
Fotografía: Manuel Antonio Espinosa-Sánchez
Aplicación de urea a monocultivo de maíz en Cuquío, Jalisco (2015)
La producción campesina de alimentos en México ha integrado a la agricultura tradicional el uso de fertilizantes químicos, resultando en una agricultura campesina de monocultivos que no sólo responde a imperativos económicos, sino también culturales.
Fotografía: Manuel Antonio Espinosa-Sánchez
Familia campesina de Ocosingo, Chiapas en la recolección de leña y maíz de la parcela (2015)
Esa agricultura campesina es de carácter familiar y, siendo de autosubsistencia en la mayoría de los casos, usualmente se combina con una pluriactividad económica y con el comercio local.
Fotografía: Manuel Antonio Espinosa-Sánchez
Mujeres artesanas tzoziles en San Cristóbal de las Casas, Chiapas (2014)
Las familias campesinas, además de cultivar la parcela y recolectar alimentos o bienes domésticos, también intercalan su actividad diaria con la producción diversos artículos de lana, madera, barro o fibras que obtienen en el monte, en la parcela o en el traspatio, según su geolocalización.
Fotografía: Manuel Antonio Espinosa-Sánchez
Productor de haba roja de Amealco, Qro. (2017)
El campesinado mexicano es un sujeto social cuya pluriactividad económica sobrepasa la agricultura y abarca actividades manuales como la orfebrería, la carpintería y la herrería. Además, se especializa en la conservación de la agrobiodiversidad y es custodio de los saberes locales heredados de sus ancestros.
Fotografía: Manuel Antonio Espinosa-Sánchez
Joven pescador en Tecolotlán, Jalisco (2020)
De acuerdo con las posibilidades del medio ambiente, la pesca también se practica como un componente económico de la subsistencia familiar campesina que se combina con la agricultura, la ganadería y otras actividades del campo.
Fotografía: Manuel Antonio Espinosa-Sánchez
Frijol criollo en Jaltepec de Candayoc, Oax. (2021)
Las mujeres jóvenes constituyen un renovado dinamismo a la conservación de la agrobiodiversidad. De manera que se reproducen las especies comestibles adecuadas a la localidad y, al mismo tiempo, se conserva el patrimonio agrícola tradicional que supone el mejoramiento y adecuación fitogenética de las especies desde hace unos 10 mil años.
Fotografía: Manuel Antonio Espinosa-Sánchez
Cocina tradicional en Mesa del Nayar, Nayarit (2014)
Si bien los productos de las economías campesinas circulan las más de las veces a escala local, asegurar el autoconsumo y la subsistencia es central. Esto es una estrategia que prioriza el valor de uso de los productos y, posteriormente, satisfecha la propia necesidad, oferta el bien para su intercambio por dinero o por otros bienes.
Fotografía: Manuel Antonio Espinosa-Sánchez
Tianguis dominical de Xaltepuxtla, Tlaola, Puebla (2017)
Cuando los excedentes de la producción campesina se ofrecen a la venta o intercambio, sus cantidades son limitadas porque corresponden a cosechas de parcela, traspatio o de recolección bajo sistemas productivos no industriales, de baja escala y de temporalidad limitada por la estación climática o por las actividades familiares.
Fotografía: Manuel Antonio Espinosa-Sánchez
Fiesta patronal en Pichátaro,
Michoacán (2016)
Las fiestas patronales no sólo son espacios de alta densidad en la expresión cultural de las comunidades y barrios, sino también son una oportunidad para mercar. Así, se vende lo propio y se agregan otros insumos y productos que se compran en los circuitos económicos formales, constituyéndose así una franja de traslape entre la economía campesina de autosubsistencia y los canales de comercialización convencional.
Fotografía: Manuel Antonio Espinosa-Sánchez
Venta de bocoles y tortillas de maíz criollo en Huazalingo, Hidalgo (2017)
En la búsqueda de diversificar el aprovechamiento de los productos de las economías campesinas, se generan agregaciones de valor en las que, con insumos propios (maíz, frijol y leña), se producen y venden alimentos tradicionales que son formas de autoempleo y de subsistencia familiar.
Fotografía: Manuel Antonio Espinosa-Sánchez
Fonda tradicional en Tlaola, Puebla (2017)
La agregación de valor a la producción campesina tiene una expresión característica en las fondas, comedores o puestecitos, en los que se preparan alimentos con genuinas expresiones culturales características de la región y que, en algunos casos, constituyen sitios gastronómicos de relevancia biocultural.
Fotografía: Manuel Antonio Espinosa-Sánchez
Mercado municipal en Durango, Durango (2022)
Otros canales de comercialización de la producción campesina corresponden a la preparación de alimentos que ya incorporan insumos de origen agroindustrial y que son asimilados en los circuitos económicos convencionales. Aunque en muchos casos pertenecen todavía a la economía informal, en varias de estas expresiones económicas ya están formalmente consolidadas como microempresas.
Fotografía: Manuel Antonio Espinosa-Sánchez
Cocina tradicional en Comala, Col. (2021)
La alimentación es un ejercicio multidimensional que supone procesos agrícolas, culturales, económicos y sociales, y existe una diferenciación —frecuentemente inadvertida— entre alimentos que contienen ingredientes de origen campesino y otros con insumos agroindustriales que resultan en comestibles ultraprocesados.
Fotografía: Manuel Antonio Espinosa-Sánchez
Mercado agroecológico teocintle en Zapopan, Jalisco (2022)
En las ciudades existe un creciente interés en la producción agrícola urbana que recurre a los principios campesinos tradicionales y que, echando mano de los conocimientos técnicos actuales, genera alimentos y bienes saludables y sustentables en los entornos domésticos urbanos.
Fotografía: Manuel Antonio Espinosa-Sánchez
Ofrenda a los 4 vientos en Chitejé del Garabato, Amealco, Qro. (2017)
La producción campesina no sólo es un bien mercantil, sino también un bien espiritual que se brinda en gratitud a la madre tierra que provee de sustento a las familias y comunidades.
Fotografía: Manuel Antonio Espinosa-Sánchez
La Malinche observada desde Muñoz de Domingo Arenas, Tlaxcala (2016)
Las economías campesinas son pluriactivas, multidimensionales y agrodiversificadas por regiones y localidades. Sin embargo, todas tienen en común que buscan ser locales y poseen un arraigo territorial en su impronta. Más allá de constituir una forma de subsistencia, las familias campesinas buscan mantener sus medios de producción y su herencia ancestral.
Fotografía: Manuel Antonio Espinosa-Sánchez