Exploraciones
doi: 10.31391/ap.vi4.76 Recepción: 26-06-2023 Aprobación: 18-08-2023
“Juntas vamos a sacarlos del Semefo”
Alejandra Guillén González |
Guillén, A. (2023). "Juntas vamos a sacarlos del Semefo". Análisis Plural, (4). |
Resumen: Quienes desaparecen personas en Jalisco se han especializado en la crueldad, pero frente a esa barbarie las madres que buscan siguen con la mirada puesta en liberar a los suyos y después de localizar sus restos en lugares de inhumación clandestina tienen que liberarlos de otra desaparición, la administrativa, la de los servicios médicos forenses. Entrando una y otra vez en las entrañas de estos sitios que siguen fragmentando la memoria de los cuerpos de quienes fueron hijas, hijos, padres, madres, hermanos… ellas se han especializado en técnicas forenses para rastrear la verdad, y cada cuerpo que logran sacar de ahí para devolverlo a casa también se transforma en testimonio de la catástrofe. |
Abstract: Those who disappear people in Jalisco have specialized in cruelty, but in the face of this barbarism, the mothers who seek continue with their eyes set on freeing their loved ones and after locating their remains in clandestine burial places they have to free them from another disappearance, the administrative, that of the forensic medical services. Entering again and again into the bowels of these sites that continue to fragment the memory of the bodies of those who were daughters, sons, fathers, mothers, brothers... they have specialized in forensic techniques to trace the truth, and each body they manage to remove from there to return it home also becomes a testimony of the catastrophe. |
Palabras clave: personas desaparecidas, catástrofe, forense, búsqueda, colectiva, fosas clandestinas |
Keywords: missing people, disaster, forensic medical service, people search, community, clandestine graves |
El ministerio público le marcó a Lupita el 23 de febrero de 2020 para avisarle que tenía un indicio de su hijo "A", quien tenía cinco meses desaparecido. Ese mismo día se presentó ante el Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses (ijcf). La recibió una trabajadora social, le pidió que pasara a su oficina para mostrarle unos tatuajes. En la pantalla abrió un programa de registro forense clasificado por hallazgos. Abrió un registro: las fotos de tatuajes de un lobo y de una virgen. Lupita solo lloró, lloró.
En el Instituto le entregaron una especie de cartografía de horror y dolor: una hoja con el nombre de su hijo y el dibujo de un cuerpo humano con el antebrazo derecho iluminado de amarillo y la marca de identificación.
Era la primera pista de su hijo. Lupita sabía que ese antebrazo fue localizado en la fosa Lomas del Mirador ii, que ese entierro se descubrió tres meses después de que a "A" lo sacaran casi desnudo de su casa en el fraccionamiento Chulavista, en Tlajomulco, y que la distancia entre ambos lugares es de poco más de un kilómetro. “Está a tras lomita de donde vivíamos, estuve tan cerca, estuve tan cerca y no lo pude rescatar”, se reprocha por lo que pudo ser.
La hojita que le dio el ijcf se volvió su ruta de vida por dos años: se metió a las profundidades de los registros forenses, pidió que le mostraran todos los fragmentos localizados en Lomas del Mirador ii y repasaba una y otra vez el Registro de personas fallecidas sin identificar para tratar de encontrar a su hijo completo (lo formó poco a poco dentro de su vientre para que naciera; ahora, en su muerte tenía que recuperar todo su cuerpo para llevarlo a casa y sepultarlo).
En los registros encontró algo que le llamó la atención: “tatuaje: rosario”. Pidió la fotografía que correspondía y reconoció la mano de su hijo y en su memoria esa mano se fue haciendo pequeña hasta ser la de su bebé, una manita que acarició al nacer, que se posaba en su pecho mientras lo amamantaba. Por protocolo le hicieron una prueba de adn y, al salir positiva, se pintó una nueva pista en la hojita: con marcador amarillo iluminó la mano derecha y escribió un número de registro. Para entonces ya sabía que la "S", que forma parte de ese número, corresponde al sincho, el registro para la trazabilidad de la bolsa con cada fragmento, y el id, al número de identificación en el Instituto.
La siguiente pista, localizada el 26 de marzo de 2020, fue demoledora: un torso tatuado con un nombre y una fecha correspondientes a su nieto y la fecha de su nacimiento inscritos en el pecho de su hijo.
El nieto de Lupita nació en agosto de 2017. A su padre se lo llevaron por la fuerza el 26 de septiembre de 2019, poco después de las siete de la mañana. Él vivía solo y tenía en su casa un espacio para guardar chatarra que después vendía.
Con el hallazgo del torso un pensamiento atravesó a Lupita. “Ya no puedo pensar que mi hijo esté vivo”, compartía en marzo del 2020, afuera de las instalaciones del ijcf; entonces acompañaba a su nuera, “K”, para que por primera vez entrara al Instituto. Antes de localizar el torso, “K” tenía la ilusión de que pudiera estar vivo. “Mutilado, sí, pero vivo”, decía.
Lupita siguió escarbando en las entrañas del ijcf, pidiendo pruebas de adn, en reuniones con genetistas, peritos, psicólogas, ministerios públicos, yendo a pedir los resultados de las confrontas, repasando el infierno en fotos —“He llegado a contar más de cien cabezas, no sé cómo mi cuerpo puede con tanto dolor que vivo y que he escuchado”—, asistiendo a conferencias en México y otros países, vinculándose con la defensa de los derechos humanos y con tres o cuatro mamás que cada día le pedían ayuda para buscar a los suyos.
Poco a poco su hojita se fue pintando de amarillo hasta que casi completó el cuerpo de su hijo. Le faltó su dedo. “No me di por vencida, caminé dos años, confrontando (haciendo pruebas de adn) parte por parte, sabía que aquí estaba todo. Siempre le diré a todas las mamases que no se rindan, el Semefo está lleno de nuestros hijos”.
Foto: © Alejandra del Rocío Guillén González.
El 4 de enero de 2022 llegó el día para que "A" regresara a casa. Ese mismo día entregaban a otro joven localizado en la misma fosa Lomas del Mirador ii. Las madres del colectivo Familias Unidas por Nuestros Desaparecidos Jalisco (fundej) esperaron afuera del ijcf todo el día, pero las autoridades no liberaban el cuerpo, así que sus compañeras iniciaron una protesta. La respuesta del gobierno estatal fue mandar a la policía. Las madres reclamaron furiosas —“¡Por qué no mandaron esas policías cuando desaparecieron a nuestros hijos!”—, hasta que finalmente salió la carroza fúnebre con "A" y el otro joven. “Bienvenidos a casa”, gritaron las madres de fundej, “¡Lo logramos, recuperé a mi bebé, ya se va a casa! ¡No se preocupen, no las voy a dejar, vamos a sacar a todos de este lugar, juntas lo lograremos!”, respondió Lupita.
La crueldad administrativa es continuación de la que ejercen los desaparecedores, y a Lupita le entregaron a su hijo seco, en una bolsa forense con los restos esqueletizados—“Yo pensé que me lo mostrarían en una plancha, ya completo, pero me lo entregaron así… a mi bebé, en una bolsa”.
Enterrar a "A" cerró un tiempo y abrió otro en la vida de esta madre que sigue buscando a los hijos de otras: “Significa mucho para mí porque tengo un nieto que preguntaba por su papá; aquí sigo, sin saber me convertí en mp [ministerio público] para buscar a mi hijo y ahora a los de otras mamás que he podido ayudar”.
Buscar a un hijo en Tlajomulco, el cementerio más grande de México
Lupita salió a trabajar a las 7 de la mañana del 26 de septiembre de 2019. Pasó por la casa de su hijo, a escasos metros de donde ella vivía entonces. Salió con una corazonada, un mal presentimiento. Al regreso de su jornada laboral le marcaron para decirle que estaba abierta la puerta de la chatarrería de su hijo. Eran casi las 3 de la tarde y a aquel se lo llevaron a golpes a las 7:40 de la mañana, con la cabeza hacia abajo, sin chanclas, sin camisa, con alarde de violencia —“Y nadie me llamó antes”—; a Lupita sólo le dijeron que dos hombres armados se lo llevaron.
Ella fue primero a la Fiscalía de Jalisco a ver si lo tenían detenido, un vigilante gritó que sí, que ahí estaba, que llevara un birote, una coca y regresara al día siguiente —“Pero mi corazón me decía que no era verdad”—. Volvió cuando le dijeron, pero la versión había cambiado, le confirmaron que no estaba detenido: “Se lo ha de haber llevado la plaza, señora”.
“La plaza” es ese ente abstracto que domina territorios concretos, decide quiénes viven y quiénes mueren. “La plaza” es una empresa criminal que mantiene su poder económico a través de diversas estrategias, como las llamadas “limpias”: ellos, “La plaza”, hacen listas de personas para desaparecerlas, por colonias, por barrios, por cuadras. Deciden sobre la vida de otros y quieren borrarlos, los desaparecen, los ultrajan, los ingresan a circuitos destinados a eliminar la humanidad de las personas —“Cuando matar ya no es suficiente”, plantean autoras como Adriana Caravero (2009) y Rossana Reguillo (2022)—. Si hay impunidad en este país, ¿por qué se utilizan más técnicas de crueldad? Se instalaron departamentos desaparecedores en estas empresas criminales que están vinculadas con empresas aparentemente legales. Guadalajara es la capital del lavado de dinero. En las revistas de “Gente Bien” de Guadalajara aparecen algunos beneficiados por este negocio criminal. En las periferias de la ciudad, el “lado B” de la empresa hace “limpias”, “invierte” en personal y logística para aplicar su plan sistemático de eliminación–destrucción de personas. La desaparición de personas es generalizada, nadie está a salvo, pero en algunas colonias y territorios se concentra más el número de personas desaparecidas.
Aunque la especialización de la crueldad busca dificultar la identificación de los desaparecidos para no recordar que sus cuerpos pasaron por esta tierra, que nacieron de un vientre y tuvieron una vida, las madres no lo permiten. Los buscan, los nombran, se enfrentan a esta guerra; mientras arriba dicen que todo está tranquilo, ellas disputan la narrativa, saben lo que pasa, quién domina los nuevos tiempos, son las que desmienten las cifras oficiales, las que enfrentan el horror, las que aprenden recursos forenses y acuden a lo que sea para buscar.
Lupita denunció en Fiscalía y comenzó la ruta de búsqueda que recorren todas las madres. Alguien le sugirió que le marcara a María, una vidente. Le pidió que la guiara hacia donde estaba su hijo. María le decía “lo veo muy mal”, luego ve para allá, muévete para acá, busca en una brecha muy cerca de donde él vivía, estás cerca, hay gente muy mala cerca de ti, vete de ahí.
Luego le mandó mensajes en los que le decía que su hijo estaba perdiendo su luz, que prendiera una vela al lado de un vaso con agua, que colocara una foto y una biblia. Y todo hacía Lupita.
Una noche soñó a "A" caminando en calzones hacia el arroyo cercano a la casa de su abuela. Al llegar al agua, se esfumó. “Vino a despedirse de mí, yo le pedía una señal, tuve muchas”.
María también lo sintió: “Tu hijo ya no está. Ya lo mataron” …“¿Cómo lo supo? ella ya no vio su luz”, explica Lupita.
Saberes colectivos
En una de sus visitas al Semefo, Lupita encontró a integrantes de funej, colectivo que fundó Guadalupe Aguilar, quien busca a su hijo desde 2011, y es la primera madre que apareció públicamente buscando a un hijo en Jalisco en el contexto de la supuesta guerra contra las drogas.
Guadalupe Aguilar ha abierto camino en la búsqueda de personas desaparecidas y, a más de diez años de este andar, ha ido advirtiendo que el horror se expande como el cáncer y que miles y miles de familias se siguen sumando al dolor de tener una persona desaparecida. Por el contexto de Jalisco, desde hace años decidió que el colectivo tenía que incluir trabajo en el Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses. Su presencia constante afuera de las instalaciones del Instituto permitió que mujeres como Lupita se sumaran al trabajo colectivo de búsqueda.
Dos meses después de la desaparición de "A" la Fiscalía de Jalisco encontró la fosa llamada “Lomas del Mirador”, en Tlajomulco, y de ella exhumaron restos humanos que corresponden a por lo menos 54 cuerpos. En diciembre de 2019 se encontró un entierro muy cerca, con 109 cuerpos, lo llamaron “Lomas del Mirador ii”. Entonces Guadalupe Aguilar invitó a Lupita a visitar la fosa de Lomas del Mirador ii, pues aún estaba en busca de su hijo "A" y así lo recuerda: “Cuando vi el lugar me quedé patinando. Era cerca de donde yo llegué con la vidente. Ellas ya habían visto salir todos los restos. Yo sentí que ahí había estado mi hijo. Ese día me tocó ver donde había solo antebrazos, horrible, olía horrible la fosa […] Yo no paraba de llorar”.
Corredores de desaparición
En 2019 las fichas de desaparición de fundej se concentran en un corredor de Tlajomulco muy cercano a donde se encontraron las dos fosas de Lomas del Mirador. Una base de datos realizada por Hugo Valdés, Giselle Signoret y Denisse Ayala a partir de esas fichas, y en acuerdo con las dos Lupitas, arroja que los casos de desaparición se concentraban en el corredor formado por las colonias Santa Cruz del Valle, Hacienda de Santa Fe, Chulavista, Lomas del Sur, San Agustín, San Sebastián El Grande y Hacienda Santa Fe.
La mayoría de las desapariciones en Chulavista y Hacienda Santa Fe ocurrieron en agosto y septiembre; pareciera que por ahí pasaron las “limpias”, esas que planean los criminales en tiempos y territorios determinados, pero de las que hasta ahora conocemos poco. Así, Tlajomulco se ha convertido en los últimos cinco años en el cementerio más grande de México.1
* * *
Lupita inició su búsqueda sola. Cuando encontró al colectivo fundej éste le ayudó a abrirse camino; la señora Guadalupe Aguilar le enseñó cómo buscar, cómo preguntar. “Y así ha sido. Lo que me he empapado, ella me lo ha enseñado. Cuando supimos que [mi hijo] estaba entre las 110 personas encontradas en la fosa Lomas del Mirador ii me dijo: ‘Vas a dedicarte a buscar parte por parte, porque salieron desmembrados’”.
El encuentro de las dos Lupitas coincide con una etapa de profundización de la violencia en Jalisco. En la actual administración de Enrique Alfaro, gobernador del estado, la entidad se ha posicionado como la que concentra más personas desaparecidas en el país (14 mil 58 personas, según las cifras del propio estado).
Lupita aprendió de Guadalupe Aguilar, una madre con más experiencia, pero también de Mary y de decenas y decenas de mamás que se han potenciado juntas. Con los años, Lupita se especializó en buscar entre los cuerpos encontrados en fosas y a diario recibe llamadas de otras familias que necesitan ayuda. Sin planearlo, se convirtió en una especialista en rastrear en las entrañas forenses: “Sé irme por números, segmentos, sinchos [los números que ponen los peritos a las bolsas de restos humanos], eso es lo que me ha hecho ser especialista… sé que un indicio nos lleva a encontrar a las personas completas”.
Lupita encontró a su hijo, pero ha continuado su labor como “experta en buscar cuerpos en Semefo”, su trabajo silencioso es una especie de reparación de esa crueldad que ofende la dignidad ontológica de cada persona; rastrea tatuajes, fotos de fichas de desaparecidos, vuelve a buscar entre los números de identificación de fragmentos localizados en fosas, va a las búsquedas a vigilar qué encuentran las autoridades, acompaña a una mamá y a otra para descubrir esa primera pista que ayude a todas las mamás a reunir a las hijas e hijos que parieron.
En una de sus visitas al Semefo, Lupita me pide sacar copias de un archivo llamado “Hoja de identificación”, incluye una serie de casillas para sistematizar la información, como la carpeta de investigación, nombre de la persona desaparecida, descripción de segmentos del cuerpo, código, identificación de segmento, sincho, dictamen y folio.
Al entrar al Instituto reparte las hojas a las mujeres que están en la sala de espera de familias de desaparecidos: “Con esta hoja pueden llevar el registro para que puedan completar a sus hijos”, les dice.
A la primera que acompaña es a Rosa. Entra con el personal de la Fiscalía, luego con los de la cedhj y determinan que tienen que solicitar reabrir la carpeta, regresar al punto de hallazgo y buscar el resto del cuerpo de su familiar.
En las sillas la espera Rosario. Parecen de la misma edad, cabello largo, negro, algunas canas, se dedica al trabajo del hogar, igual que Lupita. Todo lo que sabe es que algunas partes de su hijo están en Semefo, pero no sabe en qué fosa lo encontraron, cuándo, con quién. Lupita se mete con ella a la oficina de la Fiscalía, le informan que son restos de la fosa de Juanacatlán, le enseñan las fotos de las extremidades inferiores, de pronto un pie, Rosario dice sí, suavecito, Lupita le toma el hombro.
Apenas sale Rosario de las instalaciones estalla en llanto por reconocer el pie de su hijo, así, arrancado del resto de su cuerpo. Lupita la abraza, le pide que no se vaya así, que le diga a su esposo que vaya por ella, que no puede irse en crisis. Rosario no le cuenta que su esposo la dejó sola con sus cuatro hijos, que se enteró antes que ella de que su hijo mayor estaba en el Semefo y hasta después de dos meses le avisó.
Una semana después, a Lupita le avisaron que hay instrucciones de que no vuelva a entrar a pedir información de otros casos. A ella le preocupa que no hay ni funcionarios ni organizaciones orientando a muchas madres que en ocasiones no saben ni dónde localizar a su ministerio público. Le duele no poder apoyar, pero a la vez repite que su amigo sacerdote le dijo: “Es tiempo para que descanses. Las demás encontrarán su camino de búsqueda”.
Conclusiones
Durante más de una década han desaparecido miles de personas en Jalisco. Se instaló un dispositivo desaparecedor que ha colocado a la entidad con más personas ausentes en todo México.
Con el aumento de la violencia en la entidad se han construido también subjetividades violentas, "endriagas", como diría Sayak Valencia (2010). Esto incluye capacitación en repertorios de crueldad encaminados a despojar de humanidad a las personas y a su eliminación, a borrar su existencia.
Ante la instalación de estos dispositivos desaparecedores, las madres de desaparecidos se enfrentan a este nuevo dominio: disputan las narrativas que niegan la catástrofe, van con el diablo si es necesario para rastrear a sus familiares, rascan la tierra con sus manos, se hacen expertas forenses.
En Jalisco recientemente se han localizado cuerpos fragmentados en fosas clandestinas, lo que dificulta la identificación, pero también se ha podido encontrar el cuerpo completo de sus hijas o hijos.
Ante el intento de los criminales de despojar de dignidad a las personas, aun ya fallecidas, las madres cuidan esos cuerpos, cada fragmento crecido en su vientre; cada acción sutil busca retituir esa dignidad, le recuerdan al mundo que todos estos cuerpos se formaron en un vientre, que tuvieron nombre, existieron y no tenían por qué morir así.
Lupita y todas las madres que han aprendido a buscar en el camino transmiten sus saberes para encontrar a todas, a todos los desaparecidos. Sus formas de hacer política son silenciosas, rabiosas y amorosas. Ellas saben encontrar a los funcionarios con voluntad para aliarse en la búsqueda, pero no es suficiente; como ellas lo denuncian en lonas afuera del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses, faltan recursos y personal para que todas las personas atrapadas en las tripas del Semefo sean identificadas y regresen a casa.
Bibliografía
Caravero, Adriana (2009). Horrorismo. Nombrando la violencia contemporánea, Anthropos. Universidad Autónoma Metropolitana unidad Iztalapa, México.
Kosselleck, Reinhart (2001). Estratos del tiempo. Los estratos del tiempo: estudios sobre la historia, Barcelona: Paidós, 43–92.
Reguillo, Rossana (2021). Necromáquina, cuando morir no es suficiente, Tlaquepaque: Ned Ediciones.
Valencia, Sayak, 2010. Capitalismo Gore, Santa Úrsula, Santa Cruz de Tenerife: Melusina.
1 En Tlajomulco se han localizado entre el 1 de diciembre de 2018 al 30 de junio de 2023 un total de 653 personas en fosas clandestinas, de acuerdo con las cifras oficiales de la Fiscalía en Personas Desaparecidas en Jalisco. Consultado el 14 de julio de 2023 en https://fiscaliaenpersonasdesaparecidas.jalisco.gob.mx/registro-estatal-de-fosas-clandestinas/