Ethos

doi: 10.31391/ap.vi1.9

Consenso o polarización. Reflexión ética de la
comunicación política en la Cuarta Transformación

Isadora Vargas Delgado

iteso

isadora.vargas@iteso.mx

ORCID: 0000-0003-0364-1068

Miguel Ángel Cedeño Navarro

iteso

miguel.cedeno@iteso.mx

ORCID: 0000-0002-6794-6170.

Vargas, I. y Cedeño, M. A. (2022). Consenso o polarización. Reflexión ética de la comunicación política en la Cuarta Transformación. Análisis Plural, (1).

Resumen:

Durante la actual administración el Gobierno Federal ha usado la comunicación como un elemento sustancial de su política, como tal vez nunca se había hecho en México. Encabezada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, la llamada Cuarta Transformación es, en gran medida, una estrategia de comunicación política que busca posicionar un mito de gobierno. La comunicación de esta administración se ha vuelto sumamente crispada, desfavoreciendo espacios de discusión real y la creación de consensos. Frente a la imposibilidad de entablar diálogos en este clima político, los autores hacen una reflexión ética a través de un diálogo epistolar.

Abstract:

During the current Mexican federal government, communication has been used as a substantial element of its administration, as it had never been done in Mexico. Led by President Andrés Manuel López Obrador, the Fourth Transformation (Cuarta Transformación) is, at best, a political communication strategy that seeks to create a government myth (mito de gobierno). The communication of this administration has become quite tense, disfavoring spaces for real political discussion and the creation of consensus. In a difficult context of engaging in dialogue in this political climate, the authors make an ethical reflection through an epistolary dialogue.

Palabras clave:

Reflexión ética, Comunicación política, Cuarta Transformación, Redes sociales.

Keywords:

Ethical Reflection, Political Communication, Fourth Transformation, Social Media.

Hacer una reflexión ética puede pensarse, en primera instancia, como un ejercicio eminentemente individual en el que se ponen a revisión los datos que nos ofrece la realidad para poder emitir un juicio moral. Al iniciar el ejercicio de reflexión compartido, advertimos el clima actual en los medios de comunicación y las redes sociales es tan poco propicio al diálogo en el que las voces solo suenan en una dirección, nuestro texto sería uno más en esa lógica. Por ello decidimos llevar la conversación al texto, creando un diálogo y convertir la reflexión ética en un proceso abierto, visible.

Después de recibir la invitación a realizar esta colaboración, primero establecimos una comunicación previa para acordar el formato de la reflexión, describir brevemente cuáles eran nuestras preocupaciones individuales acerca del tema, y cuál sería nuestro alcance temático y temporal. Bosquejamos algunos tópicos y delimitamos el diálogo a través de dos reuniones virtuales. Después procedimos a tener el intercambio través de correo electrónico del 18 al 27 de febrero. El trabajo presentado es el resultado de ese ejercicio.

Isadora: Hola, Miguel. Con esto doy inicio al intercambio epistolar que nos hemos propuesto para dar lugar a una reflexión ética sobre el uso de la comunicación en la Cuarta Transformación (4T). La tarea que tenemos por delante es, de inicio, muy provocadora, más aún en los últimos días cuando el espacio de las conferencias de prensa y la discusión pública se han volcado a hablar sobre el papel de la prensa en este sexenio, sobre la figura de algunos periodistas y el acceso a la información, esto sumado al violentísimo clima de inseguridad para la labor periodística y la vorágine de información de la que día a día somos parte, sobre este y otros temas.

Sin duda, estamos ante un problema mucho más amplio y complejo de lo que un artículo como el que hacemos puede atender, pero sé que ambos buscamos dar salida a algunas reflexiones y, sobre todo, caminos fértiles para guiar una discusión sobre el tema.

Para empezar, me parece importante recordar algunas consideraciones que hemos puesto ya sobre la mesa y que sería bueno, para quien nos termine leyendo, explicar. La primera cuestión es acerca del sujeto que estamos poniendo a prueba en nuestra reflexión ética, así como qué estamos examinando cuando decimos en la 4T. En nuestras discusiones previas a este intercambio hablamos por igual del presidente, del Gobierno Federal, de la comunicación en redes, de los opositores del gobierno en turno, y de Morena, pero es necesario tener claridad y un acuerdo de a quién apela el término 4T. Hemos convenido que la 4T es el proyecto político puesto en marcha desde el Gobierno Federal, representado por la figura de Andrés Manuel López Obrador, con una enorme cantidad de seguidores y detractores, a quienes la 4T ha querido vincular activamente como responsables del pasado político del país, pero que, para efectos de esta reflexión, no se entiende como un momento de transformación histórica sino que hablamos particularmente del gobierno de este sexenio.

Otro punto para tener presente, uno sumamente importante, es saber desde dónde hacemos una reflexión ética. Si bien no nos estamos refiriendo a un marco ético definido de manera exhaustiva sí podemos establecer algunas claridades. Por ejemplo, que la reflexión ética sobre el proyecto 4T evaluará su acción frente a la búsqueda de la acción más correcta para la búsqueda de la mejor vida, la más digna para los habitantes de México. Otra claridad será que, inscrita en el ámbito político, la 4T coincidiría con una ética democrática, que busca perfeccionar un proyecto de país imperfecto para ser cada vez más justo como vía para conseguir esa vida más digna a sus habitantes.1 

Dicho esto, me gustaría pasarte la palabra, Miguel. No sin antes recordar por qué hemos elegido esta forma poco convencional de articular nuestro texto. En el ruido ensordecedor de la discusión política y el predominio de los monólogos podemos abrir un espacio al diálogo cuidadoso y reflexivo.

Miguel: Isadora, si hubiéramos tenido este intercambio hace unos meses, o incluso hace unas semanas, tal vez estaríamos hablando de distintas cosas, pero la velocidad de la discusión en la política nacional ha tomado ritmos vertiginosos. ¿Esto es un ejemplo de los cambios o simplemente un síntoma de una conversación dominada por las reacciones y las emociones?  

El Gobierno Federal comenzó su administración con muchos retos en materia de comunicación. Su discurso de transformación ha sido complejo de instrumentar. Por ejemplo, las conferencias de prensa no han implicado precisamente mayor claridad del trabajo de la administración, sino que pareciera que han generado más ruido que nos distrae de los muchos asuntos públicos que se deben discutir desde ese espacio privilegiado, o los medios públicos —tanto el Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano (spr) como el Canal 11 y Canal 22—, ahora están volcados como aparatos de propaganda gubernamental —sin contrapesos editoriales, con una centralidad en las figuras aliadas al régimen—, cuando estos medios históricamente han tenido una vocación cultural y un enfoque editorial anodino. 

Tú planteas una discusión que es central para entender cómo se ha articulado la comunicación del Gobierno Federal. Para mí, la Cuarta Transformación es —antes que nada— parte de una estrategia de comunicación política. Desde este campo de la comunicación estratégica, e incluso la mercadotecnia gubernamental, los mitos de gobierno2 son un mecanismo en el cual las administraciones en turno buscan dejar su huella, desde donde se construye narrativamente un gobierno. Una marca para recordar. Desde ahí se articula una serie de afirmaciones con las cuales el gobierno responde a cualquier coyuntura —positiva o negativa—. Como si se trataran de una coyuntura sociohistórica del mismo calibre que la Guerra de Independencia, la Guerra de Reforma, o la Revolución Mexicana, la Cuarta Transformación es una supuesta coyuntura que en realidad es una alternancia en el poder, que no ha implicado realmente un cambio completo en el sistema político, social y económico del país.

Actualmente es complejo bosquejar una ética en la política mexicana. Desde los últimos sexenios el ambiente político se ha polarizado poco a poco hasta llegar al actual. Los actos de comunicación ahora tienen que ser más agresivos, y hasta cierto punto menos democráticos, sin opción al diálogo y al consenso. Pareciera que el tono de la comunicación del Gobierno Federal es una eterna campaña de contraste, cuando en realidad una vez pasada las elecciones la confrontación se tiene que reducir para poder gobernar. No significa que el Gobierno Federal se quede en silencio ante ataques o afirmaciones que pueda precisar, debatir o refutar. Pero la crispación promovida desde la actual administración ha sido —en efecto— muy particular.  

En esta nueva ética, la comunicación gubernamental es más radical, en el sentido de que la lógica desde la que se ha planteado no es la de un gobierno tradicional, sino de una presidencia que está posicionada desde la trinchera de un campo de batalla. Los ataques y los logros se comunican desde la grandilocuencia de una supuesta diferencia sustancial con los “gobiernos del pasado”. Así, en este contexto pareciera que eso justificara cualquier acción del gobierno para defender que no es una administración temporal sino una coyuntura histórica. Las empresas informativas y periodistas han sido atacados desde la conferencia de prensa de la Presidencia, y, sin importar los matices, han quedado todos en el cajón de opositores. Pero no son opositores del gobierno, sino de la “Cuarta Transformación”. Se eleva la supuesta gravedad, y por ello, el nivel del conflicto.

Isadora: Miguel, gracias por el panorama que haces del problema. Me parece muy interesante que caracterices a la 4T, fundamentalmente, como una estrategia de comunicación política, porque esto va delineando el cuadro sobre el que podemos hacer juicios. En sí mismo la creación de un relato articulador del proyecto del Gobierno Federal no es buena o mala, incluso podría ser muy útil para comunicar los procesos y las acciones de manera eficiente, y por el tono de la comunicación política contemporánea sería impensable de otra manera. Esto se agrava y es cuando debemos someterlo a juicio, en el contenido de las afirmaciones que dan cuerpo a esa estrategia.  

La complejidad para encontrar pistas éticas para encausar el actuar político también es reconocida por la misma 4T, el proyecto de “Cartilla Moral” retomado por el gobierno comienza dando cuenta de ese hecho, en ese gran vacío se vuelca el presidente con la intención de llenarlo por completo, tanto que parece convertirse en una acción gubernamental de primer orden, a lo que una pregunta pertinente sería: ¿qué está quedando por debajo de esa prioridad?

Dejando la cuestión sin responder, vuelvo a esa intención central en la cual desde la comunicación oficial cotidianamente se construye un discurso hecho hombre que, en una serie de afirmaciones y negaciones sobre muy diversos temas, propone una suerte de brújula ética que se va creando de manera coyuntural y emergente. Ya sea en la exposición de posibles casos de corrupción, en la defensa de personajes variopintos, en la validación de luchas o en la exposición de los propios proyectos de la administración, el mensaje va lleno de calificativos que caracterizan una serie de fenómenos muy complejos de manera más bien simple, pero con la escucha de ese mensaje se va llenando el vacío ético. Hay buenos y malos, justos e injustos. El mito de gobierno en tiempo real. 

Esto no quiere decir que los contenidos de esos juicios sean necesariamente incorrectos, de hecho, se puede estar de acuerdo con las intenciones de fondo, o con algo de ese sustrato apenas visible en los mensajes públicos. El problema es que en el uso indiscriminado de calificativos paralizan el debate, la reflexión se vuelve inexistente y la crítica inoperante cuando cualquier cuestionamiento al apoyo gubernamental se traduce en la descalificación de ser “opositor”.

En un primer momento, la discusión aparentemente se democratizaba, se hacía verdaderamente pública y la agenda se iba encargando de temas olvidados y urgentes en México, pero rápidamente esto se volvió ruido y en realidad, visto a la luz del fenómeno de las redes sociales y su papel en la esfera política, no es una sorpresa que parte de la estrategia es la de las emociones fuertes, la del escándalo y de la constante campaña —en términos de Castells (2010)—.

Miguel: El espacio privilegiado de las conferencias de prensa, así como las respuestas a cualquier tipo de afirmación o ataque en un contexto democrático es deseable. En efecto, hay que resaltar que la comunicación desde el Gobierno Federal ha colocado temas urgentes en la agenda. Corrupción, tráfico de influencias, explotación laboral, racismo y clasismo, desinformación. Pero, como también lo marcas, en ocasiones se ha convertido en ruido. En la misma semana que cada mañana se hablaba de periodistas “mercenarios” y “opositores”, en varios estados del país se vivían crisis de seguridad pública —las cuales terminan estando en segundo plano comunicativo en la respuesta que el gobierno debe hacer frente a una realidad de violencia—.

La comunicación puede alejarse del objetivo democrático de crear consenso y generar lo opuesto: crispación. Lo peligroso de que cualquier persona que se oponga o critique una acción gubernamental quede en una categoría de oposición es cuando en la misma caja pueden caber organizaciones defensoras de derechos humanos, empresas privadas cuidando sus inversiones, periodistas que no replican el discurso oficial —sin importar la línea editorial o el matiz en su trabajo informativo—, o incluso grupos de extrema derecha. Incluso se habla de “traición a la patria”. Y al igual que no todos los políticos son iguales —¿qué nos quedaría?—, tampoco todos los grupos o personas que se oponen a políticas, programas o iniciativas legislativas son iguales. ¿Es una muestra más del reduccionismo en el debate público, basado en el antagonismo? Uno de los objetivos de la comunicación política es informar. Reitero: los gobiernos también tienen la oportunidad de usar las estrategias para comunicar sus logros y posicionarse frente a posturas opuestas. El impacto es cuando la comunicación se convierte en un espacio predominantemente de disputa.

He mencionado un par de veces el concepto de consenso, que puede ser un faro respecto a nuestra reflexión. El reto de las democracias es cómo conciliar posiciones políticas. No hablo sólo de la política partidista, sino de la diversidad de posiciones que existen en la sociedad. Los gobiernos tienen la responsabilidad democrática de permitir a la ciudadanía participar de esas discusiones, pero especialmente de oponerse —el disenso es también una opción en política—. Las versiones oficiales, únicas —característica muy priista—, son antidemocráticas. La democracia se sustenta en la diversidad de opiniones y posturas, pero es el reto de los gobiernos de convencer con información de que sus políticas públicas o iniciativas son las correctas.

¿Cómo crear consenso en un contexto como el actual trastocado por las redes sociales? Hay que reconocer que una vez que la comunicación gubernamental sucede, la ciudadanía significa, resignifica, se apropia o se opone al acontecer político. Las redes sociales digitales están sustentadas en las reacciones emocionales en un contexto no sólo viral, sino virulento. Aquello que termina permeando en los debates sociales en las plataformas virtuales son las nimiedades de la vida pública, y de nuevo, reduciendo la discusión a la reacción emocional. Para mí el gran ejemplo son los grupos “antiamlo” y “proamlo”. Mientras que de un lado se rechaza cualquier acción gubernamental —incluso si fuera correcta y mereciera el apoyo de la ciudadanía—, el grupo opuesto alaba cualquier acción gubernamental incluso si trastoca los supuestos fundamentos de la Cuarta Transformación. Si es complejo crear un consenso político para un gobierno —con todos los medios y recursos dispuestos para sus funciones—, mayor es el reto cuando hay una división meramente emocional del debate público. 

Isadora: Creo que has llegado a un sitio de lo más pantanoso al hablar del consenso. Ciertamente debe ser el camino de una búsqueda ética que se piense democrática, al mismo tiempo parece ser imposible de alcanzar y las guías para, acaso, acercarse a él muy difíciles de definir.

En el hecho de que lo que el presidente comunica se dirija a la crispación y no al consenso, hay dos factores que, sin negar que puede haber otros, son sencillos de exponer a grandes rasgos: el primero es que la comunicación agresiva funciona para la 4T, para sostenerse y no parar de ser un fenómeno que habla; el segundo factor sería que las condiciones para la crispación no sólo existen, sino que son exageradamente intensas y presentes en el contexto actual.

Una de las palabras que se replican constantemente es “polarización”, como un fenómeno que empieza a suceder provocado por las acciones del gobierno y, en especial, por los mensajes del presidente. Es muy ciego creer que la polarización tiene ese único origen y que no es un fenómeno que denota las enormísimas diferencias que existen en México, una desigualdad terrible. Viendo esto con un poco de cuidado, la crispación no es tan extraña, el descontento tan inesperado y el disenso tan impensable.

A esto se suma la falta de espacios en los cuales se puedan crear diálogos reales. La 4T ha encontrado así, como tantos otros proyectos políticos en el mundo, su escenario perfecto en las redes sociales, donde esas discusiones pendientes, supuestamente abiertas, rápidamente explotan y quedan diseminadas entre los miles de videos, tuits, comentarios y réplicas; una vez más, puro ruido y la decisión activa de seguirlo creando.

Ese ruido no es un problema menor y no se trata únicamente de una estrategia de comunicación política, habla de nuestro propio modo de vida contemporáneo. No es nuevo ni raro decir que nuestra vida es tremendamente acelerada, así, hay poco campo para el diálogo, para la reflexión que es necesaria para construir con el otro. Mientras que las redes dan la ilusión de ponernos en contacto de manera supuestamente horizontal, nos enganchan de manera muy eficaz, consumen nuestro tiempo y energía. Así, nuestra atención, esa valiosísima facultad humana para estar y relacionarnos con el mundo, se ve absorbida, rápidamente, por un tema al que sigue: hay que saber más, ver más, tan pronto como se pueda.3

Si la comunicación política y la invitación a la participación no dan cuenta de ello y solamente se insertan en esa lógica, los diálogos no se abren, las discusiones son falsas y la búsqueda democrática no lo es. La tarea de conciliar las diferencias políticas es enorme. Un consenso no está, ahora mismo, en el horizonte cercano de posibilidades, y desde el proyecto de la 4T no se hace nada por buscarlo.

Miguel: La polarización impide cualquier posibilidad de diálogo y, por ende, de consenso. Tal vez lo primero que tenemos que hacer es evitar la normalización de esta crispación. Es muy fácil caer en la trampa de las reacciones emocionales y cortoplacistas, porque las propias plataformas en las que ahora se lleva la propia discusión pública funcionan desde una lógica que no es precisamente la comunicación sino “interacciones” —en los términos de la mercadotecnia digital—.

No tenemos que dejar de señalar la responsabilidad que tienen el Estado y el propio Gobierno Federal con respecto al derecho que tiene la ciudadanía a la información. Aquello que nos puede ayudar a construir un escenario político es el enfoque de derechos humanos. Por lo tanto, cualquier violación tendría que ser evidenciada en ese contexto. Por ejemplo, si las conferencias de prensa no informan o lo hacen de manera imprecisa, no sólo generan polarización y nos alejan del consenso, sino que también violan nuestros derechos. Tampoco quisiera obviar la responsabilidad de otros actores políticos, de todos los partidos y corrientes políticas, ya que pareciera que la reducción del debate es presente y generalizado, y quienes han participado de esta misma lógica —no sólo durante este sexenio—.

En un contexto democrático el disenso es importante y necesario. En este momento pareciera que sólo se puede estar a favor o en contra del gobierno, cuando hay matices necesarios que no nos permitirían caer en una peligrosa unidad discursiva, cuando es la diversidad y la libertad de expresión lo que buscan las propias sociedades democráticas.

Recuerdo los primeros meses de la actual administración. Había una clara diferencia y frescura en las acciones de gobierno, donde también se enmarcaban los esfuerzos de comunicación. Lo que nos queda por delante son un par de años que entrarán en la lógica electoral para la sucesión presidencial. Si antes decía que la comunicación ha parecido una campaña electoral interminable, tenemos que asumir que la dinámica que hemos vivido se intensificará aún más.

Conforme pasan las semanas y los meses, así como el Gobierno Federal no ha rectificado muchas de sus acciones, mucho menos rectificará su comunicación política, su relación con los medios de comunicación y su discurso político; que parece sigue siendo un éxito —de acuerdo con los estudios de opinión—. En ese escenario, cuando la narrativa oficial nos quiere posicionar una diferencia radical frente a otros gobiernos y partidos, tendríamos que comenzar a pensar la comunicación gubernamental que quisiéramos.

Creo que otra comunicación política es posible. Aquella que explique los errores, busque alianzas para las causas y proyectos públicos, aclare los señalamientos, ofrezca disculpas, sensibilice en torno a las problemáticas sociales, retome y reconozca las diversas posiciones, incluso las que son opuestas. Podríamos buscar una comunicación que debata en política con civilidad —que es un activo que se ha ido perdiendo—, respondiendo a disputas desde la investidura y las obligaciones que se adquieren con el poder. Que haya una capacidad de encontrar en la sociedad los ecos necesarios para impulsar cambios, incluso en temas en los que sea complicado porque hay personas que tienen una posición diametralmente opuesta. Donde el gobierno cambie la pelea política por el conflicto transformador. Es necesario reconocer el consenso como parte de la ética pública; se tiene que convertir en exigencia y base mínima. En un momento cuando podríamos tener tantos puntos en común, pero nos está costando mucho escucharnos.

Un (no) cierre

El diálogo se tiene que terminar por una cuestión de espacio. Sería interesante ver cómo la reflexión se sigue nutriendo entre nosotros, los autores, y con quien nos lea, y que este ejercicio de diálogo siga abierto a la revisión. Nos gustará mucho escuchar a quien quiera participar de ella.

Bibliografía

Camps, V. (1990). Ética y democracia. Una ética provisional para una democracia imperfecta. Revista del Centro de Estudios Constitucionales, 6, 25-35.

Castells, M., & Ed, A. (2010). Comunicación y Poder (1.a ed.). Barcelona: Alianza.

Odell, J. (2020). How to Do Nothing: Resisting the Attention Economy. Brooklyn y Londres: Melville House Publishing.

Riorda, M. (2006). Los mitos de gobierno. Una visión desde la comunicación gubernamental. Hologramática, 2(4), 21-45.


1 Las ideas de la ética y la democracia pueden compartir un modo de ser abierto (Camps, 1990), como esfuerzos incompletos que constantemente y en la práctica se renuevan a sí mismas. Ambas son un proyecto.

2 De acuerdo con Riorda (2006), el mito de gobierno es un fenómeno de la comunicación gubernamental que crea una imagen como parte del proceso de persuasión política, con un énfasis ideológico propio de una administración pública en particular.

3 La economía de la atención (attention economy) (Odell, 2020) hace evidente la lógica comunicativa en la que funcionan las redes sociales digitales, donde se busca una reacción emocional que genere interacción, reproducciones, y que el contenido sea compartido viralmente, y de la cuales las compañías lucran a través de las inserciones publicitarias por la influencia que pueden tener en el consumo y la opinión pública.